viernes, 5 de diciembre de 2014

Siempre es oil

Hablar de la relevancia del petróleo en el mundo contemporáneo es redundante. Del total de la oferta energética global, los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) representan casi el 82%, lo que significa que tanto el sector productivo como los hogares somos altamente dependientes de este tipo de energía.  Es lógico pensar entonces que el precio de este insumo estratégico afecta al mundo entero, aunque no lo hace del mismo modo para todos. La volatilidad de este mercado no es algo nuevo: la primera crisis data de 1973 cuando la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) proclamaron un embargo contra Canadá, Japón, Holanda, Reino Unido y Estados Unidos en respuesta a la intervención de este último en la Guerra de Yom Kippur. Desde entonces el mercado mundial de petróleo ha alternado períodos de estabilidad e inestabilidad de distintas duraciones. ¿Las causas? Múltiples: desde factores geopolíticos hasta especulación financiera, pasando por innovaciones tecnológicas y cambios en el nivel de actividad económica mundial. Así llegamos a la más reciente crisis (o anticrisis, según desde donde se lo mire) que nos toca vivir hoy, en donde se combinan algunos factores novedosos con otros que no lo son tanto. ¿Por qué bajó un 37% el precio del petróleo en sólo seis meses? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden con esta baja? ¿Cómo afecta a Argentina esta situación?



¿Por qué baja el precio del petróleo?

Desde que desplazó a Gran Bretaña a fines del siglo XIX, Estados Unidos ha sido la mayor economía del mundo. Este rol central lo transforma en un actor decisivo en infinidad de asuntos: el petróleo es uno de ellos. En 1971 Estados Unidos alcanzó su pico máximo de producción de hidrocarburos y, desde entonces, su producción fue decreciendo. Hasta hoy. ¿Qué fue lo que pasó? En primer lugar debe señalarse que la disminución en la producción de petróleo estadounidense no se debió a una escasez del recurso, sino a una decisión estratégica: en un mundo volátil como el de la Guerra Fría, Estados Unidos decidió conservar una mayor parte de sus reservas e importar un volumen cada vez mayor de petróleo, lo que le daría un margen mayor de autonomía energética si los flujos comerciales se cortaban como consecuencia de un nuevo conflicto mundial. Esta decisión excedía lo puramente económico y obligaba a Estados Unidos a mantener (e incrementar, de ser posible) su influencia en las zonas productoras de petróleo, fundamentalmente en Medio Oriente. La crisis energética estadounidense de la década de 1980 mostró hasta qué punto su economía dependía de recursos que no siempre podía controlar (la caída del Sha en Irán es una muestra de ello). Así, y ante el inminente decline de la URSS, Estados Unidos retomó el camino de la soberanía energética. Los procesos de exploración y extracción precisan largos períodos de tiempo para dar resultados, pero el punto de inflexión que marcó el quiebre en la producción de combustibles fósiles en Estados Unidos fue tecnológico; dos nuevas tecnologías revolucionaron el sector: la perforación horizontal y el fracking. ¿Cómo cambia la ecuación con estas nuevas variables? Reservas de petróleo de esquisto (también denominado shale) cuya explotación resultaba antieconómica dado que los costos superaban los ingresos, pasaron a ser económicamente viables desde la aparición de dichas tecnologías. Como consecuencia, entre 2008 y 2013, la producción de crudo estadounidense se incrementó un 50%. Si bien Estados Unidos no es un exportador de energía, este incremento en la producción presiona a la baja los precios del petróleo. El incremento de la oferta de petróleo doméstica estadounidense se traduce, fuera de su frontera, en un descenso de la demanda de petróleo en el mercado global. A este factor debemos sumarle (o restarle) el desaceleramiento de la economía mundial a partir de una reducción en las tasas de crecimiento de, fundamentalmente, China y Europa.  Si la demanda de petróleo baja, su precio también lo hace.
¿Y qué pasa del lado de la oferta? Cerca del 81% de las reservas de petróleo comprobadas del mundo están localizadas en los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Fuera de la OPEP, Canadá y Rusia son los países que cuentan con las mayores reservas. La OPEP funciona como un cartel, en donde sus miembros acuerdan actuar en conjunto suministrando una determinada cantidad de producto para influir de manera directa en el precio de venta. Teniendo el 81% del total de petróleo del mundo no debería ser difícil fijar el precio del mismo a través de la administración de la oferta, pero ante la perspectiva de cambio de Estados Unidos de importador a exportador neto, dicho poder de mercado podría peligrar. El pasado 27 de noviembre tuvo lugar en Viena el 116° encuentro de la OPEP, en donde (a pesar del disenso de Venezuela e Irán, fundamentalmente) se decidió mantener la cuota vigente de suministro de barriles bajo el argumento de brindar estabilidad al mercado y contribuir a su equilibrio. Arabia Saudita es, de todos los miembros de la OPEP, quien mayor cantidad de barriles ofrece en el mercado. Y Arabia Saudita es un aliado estratégico de Estados Unidos en la siempre volátil región de Medio Oriente.


¿Quiénes ganan y quiénes pierden con esta baja en el precio del petróleo?

Del lado de los ganadores debemos ubicar, lógicamente, a Estados Unidos. Acercarse a la autosuficiencia energética implica reducir el déficit comercial originado en las cuantiosas importaciones de petróleo que comienza a reemplazar por producción propia. Además, como todo incremento en la actividad, podrá generar puestos de trabajo y riqueza en una economía que aún no se termina de recuperar de una de las mayores crisis de su historia. La industria petroquímica y del acero, que dependen del gas como insumo estratégico, se verán beneficiadas por la baja del precio de los hidrocarburos. Finalmente, cuando Estados Unidos se convierta en exportador de energía, podrá aportar a la estabilidad de un mercado que le es demasiado sensible a sus intereses políticos y económicos. Otros países que se ven beneficiados por esta situación son los importadores netos de combustibles fósiles, siendo los más grandes China e India. Beijing podría aprovechar esta coyuntura para acercarse a Moscú por cuestiones energéticas, lo cual serviría para sentar las bases de una relación geopolítica, en donde sea China quien asuma la posición dominante esta vez. Finalmente, la economía global debería verse beneficiada por la baja en el precio de un insumo clave como lo es la energía, cuyo efecto se manifestaría en un incremento del Producto Bruto Mundial.
Del lado de los perdedores encontramos a todos los países exportadores de petróleo, particularmente aquéllos que no cuentan con economías diversificadas y dependen del precio internacional de los hidrocarburos para equilibrar sus cuentas fiscales. En este grupo podemos encontrar a México, Venezuela, Angola, Nigeria, Arabia Saudita, Irak e Irán (entre otros). Pero el que tiene más por perder en el corto plazo es Rusia, que si bien cuenta con grandes reservas de gas de esquisto le llevará un tiempo poder explotarlas. El principal cliente de Rusia es Europa y la posible aparición de Estados Unidos en el tablero le quita a Moscú una importante herramienta para negociar el precio del gas con sus clientes en el Viejo Continente. Además Rusia depende demasiado de sus exportaciones de hidrocarburos, por lo que un precio bajo impactaría en las posibilidades de crecimiento de su economía doméstica. Ante este panorama (sumado a las sanciones económicas producto de su incursión en la península de Crimea) Moscú ya está buscando nuevos horizontes en Asia, además de comenzar a oponerse a la posibilidad de que Europa incursione en la explotación de gas de esquisto, basándose en cuestiones relacionadas al impacto medioambiental. Sin embargo, y a la luz de los recientes acontecimientos, tanto Europa como Estados Unidos comienzan a comprender que una Rusia más débil no significa una Rusia menos desafiante.
El otro actor relevante en este juego es Arabia Saudita. La monarquía saudí ya enfrenta algunas dificultades fiscales como consecuencia del incremento en el gasto público y de asistencia a otros gobiernos sunitas de la región; medidas que fueron adoptadas como respuesta a la Primavera Árabe. Además su demanda energética doméstica sigue creciendo, pudiendo llegar en el mediano plazo a consumir más energía de la que actualmente exporta. El país cuenta con abultadas reservas monetarias que le permitirán sostener su nivel de actividad durante un período de bajos precios de petróleo, pero no podrá sostenerlo indefinidamente.
En lo que respecta a la región, Venezuela está  sufriendo el bajo precio del petróleo. Se trata del país con mayores reservas comprobadas de petróleo y su economía es totalmente dependiente de la exportación de hidrocarburos. Un menor ingreso derivado del comercio exterior necesariamente impactará en la economía doméstica del país. Herramientas para contrarrestar dicho impacto negativo hay varias: desde una devaluación hasta la sustitución de importaciones, pasando por el incremento del precio de la nafta (que actualmente se encuentra a un nivel tan bajo que roza lo ridículo) y un recorte en los gastos (el presidente Maduro anunció que se revisarán los sueldos de la plana mayor del gobierno y empresas públicas).


¿Cómo afecta a Argentina esta situación?

Una pregunta lógica sería ¿por qué no baja el precio de la nafta?  La respuesta es que en 2007, en un contexto de suba del precio del petróleo, Argentina decidió desacoplar el precio interno de los hidrocarburos del mercado mundial, fijando un precio muy por debajo del vigente en aquel entonces. Lo que en su momento fuera una medida a favor del bolsillo de los consumidores, el contexto actual invita a replantearse su efecto. No obstante, parece imposible pensar en una baja en el precio de la nafta dado el impacto negativo que eso tendría en las distribuidoras de combustibles locales (fundamentalmente YPF). Por otro lado aparece Vaca Muerta en el horizonte y la duda sobre su viabilidad en un escenario de precios internacionales a la baja. Galuccio (titular de YPF) afirmó que Vaca Muerta no está en riesgo y que, en todo caso, habrá que ser más competitivos y ajustar los costos. Sólo el tiempo dirá si tiene razón.


Petróleo, política y futuro.

El panorama actual abre un sinfín de posibilidades sobre el futuro de un sector clave como es el energético. Hoy son más las preguntas que las respuestas. Estados Unidos se encuentra con una posibilidad inmejorable para intentar sostener su papel preponderante en el mundo, pero varios países que aspiran a reconfigurar un escenario internacional multipolar también pueden sacar provecho de esta situación. ¿Será este el golpe de suerte que necesitaba Estados Unidos para prolongar su hegemonía? ¿Capitalizará China esta coyuntura para dar un paso firme en su objetivo de liderar la economía mundial? ¿Resurgirá Rusia como una potencia continental y global? Imposible saber cómo será el mundo en los próximos años. Pero seguramente no será el mismo que hoy.


  

lunes, 20 de octubre de 2014

Brasil en números

La ciencia económica muchas veces abusa de la estadística y pretende explicarlo todo con cifras y gráficos. Lógicamente esto no es recomendable, como tampoco lo es desconocer la utilidad de contar con información cuantitativa al momento de evaluar el desempeño económico de un país. La historia es la misma de siempre: debemos tratar, en lo posible, de evitar los extremos. Habiendo dicho esto, es interesante repasar algunos datos de la economía brasilera de cara al próximo ballotage presidencial.

Pasado.

Brasil, como gran parte de Latinoamérica, atravesó un período neoliberal que duró aproximadamente diez años. Bajo la presidencia de Fernando Henrique Cardoso (electo en 1994 y reelecto en 1998) se logró controlar la inflación gracias al Plan Real, pero a un costo muy elevado: las tasas de interés real pagadas por la deuda pública brasilera se ubicaron entre las más altas a nivel global, lo cual se tradujo en un crecimiento exponencial de la misma, llegando en 2002 (último año de Cardoso en Planalto) a representar el 61,9% del PIB[i]. Al mismo tiempo, la precarización laboral impulsada durante la administración Cardoso se tradujo en un incremento en el desempleo y la informalidad, y éstos en marginalidad, miseria, exclusión, violencia y narcotráfico. Ante la ausencia del Estado, la distribución de la riqueza se hizo cada vez más desigual y las capas inferiores de la clase media tendieron a proletarizarse. La falta de lugares de socialización, junto con la postura conservadora de la Iglesia Católica (que en ese entonces atacaba duramente la Teología de la Liberación), ayudaron a que amplios sectores de la población buscaran refugio en las sectas evangélicas que intentaron mostrarse como una alternativa al narcotráfico para la juventud; además de funcionar como núcleo comunitario y solidario ante la mencionada ausencia del Estado. Con este panorama se encontraba el presidente Lula al asumir su primer período como presidente el 1 de enero de 2003. Utilizando la información disponible a través de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)[ii] veremos la evolución de algunos indicadores en dos momentos: al comenzar el período del Partido de los Trabajadores (PT) en la presidencia de Brasil y al momento más recientemente relevado, es decir: 2002 y 2012/3 (según la disponibilidad de datos) respectivamente. Sin duda sería mucho más enriquecedor poder observar la evolución de los datos en una mayor cantidad de momentos, pero por la naturaleza y extensión de este artículo me veo obligado a analizar los años anteriormente mencionados.


Indicadores demográficos y sociales.

El primer dato a observar es la población total, que creció un 11,5% en el período observado pasando de 179M a casi 200M. Por su parte, el desempleo cayó de un 11,7% a un 5,4% cifra que se ubica por debajo del promedio de la región (6,3%). En este punto es importante señalar la disminución de la brecha que existe entre hombres y mujeres: de un 9,9% y 13,9% de desocupados en 2002 a un 4,4% y 6,5% en 2013, respectivamente. En lo que respecta al salario mínimo real (tomando un índice anual medio, 2000=100) en 2002 dicho valor era de 114,3 mientras que en 2013 había trepado a 202,7; es decir un incremento del 77,3%. La sumatoria interanual (diciembre a diciembre) del Índice de Precios al Consumidor del mismo período arroja un resultado acumulado del 57,5%. Por su parte, el gasto público en educación medido como porcentaje del PIB pasó del 3,9% en 2002 al 5,9% en 2010; mientras que el promedio de años de estudio de la población de 15 a 24 años aumentó de 7,7 a 9,0. En lo que respecta a los servicios básicos, el porcentaje de hogares con desagüe pasó del 55,1% al 66,1% del total, mientras que aquellos con agua pasaron del 84,3% al 90,4% en el mismo período (2002-2012). En materia de salud, el gasto público medido como porcentaje del PIB pasó de un 7,2% inicial a un 9,3% en 2013. Una de las principales políticas del PT (la Guerra contra la Pobreza) parece haber dado resultado: la pobreza se redujo del 37,8% al 18,6%, mientras que la indigencia pasó de un 12,6% a un 5,4% de la población. Finalmente, en la distribución del ingreso medida por el Índice de concentración de Gini (en donde 0 es representa la perfecta igualdad y 1 la perfecta desigualdad) Brasil ha logrado pasar de un 0,634 a un 0,567.

Indicadores Económicos.

El PIB anual a precios corrientes (expresado en millones de dólares) pasó de us$506.041 a us$2.261.555, es decir, se incrementó en un 347%. Por su parte el PIB por habitante a precios corrientes (expresado en dólares) que era de us$2.821,4 en 2002 trepó a los us$11.308,6 en 2013. La deuda externa representaba en 2012 un 13,9% del PIB y las exportaciones (expresadas en miles de dólares) pasaron de us$60.438.650 a us$242.178.054. La Inversión Extranjera Directa (expresada en millones de dólares) dio un salto exponencial desde los us$14.108,1 en 2002 hasta los us$67.541,2 registrados en 2013. La superficie destinada al cultivo de soja (expresada en miles de hectáreas) pasó de 16.365,4 a 24.937,8; es decir sufrió un incremento del orden del 52,4%. En materia energética, la producción de petróleo se incrementó un 41% en el período que abarcan los diez años observados. Finalmente dos indicadores sociales: en relación a la distribución del ingreso se observa una mejora cuando se compara la relación del ingreso medio per cápita del hogar (quintil 5/quintil 1; es decir a cuantos ingresos del 20% más pobre del país equivale el ingreso del 20% más rico) que pasó del 34,4 en 2002 al 22,5 en 2012. Por su parte, la relación de salarios urbanos entre sexos (es decir a qué porcentaje del ingreso de un hombre equivale el ingreso de una mujer) muestra un panorama poco alentador, ya que en diez años sólo pudo incrementarse en 1,5 puntos: de un 78,2% en 2002 a un 79,7% en 2012.

Conclusiones.

Como todo análisis acotado, las cifras que se presentan en este artículo son un recorte subjetivo que, personalmente, considero como una muestra representativa y significativa de la economía brasilera durante los gobiernos petistas. Con esto quiero dejar en claro que la lista de los indicadores presentados no pretende abarcar la totalidad de la información disponible, sino una parte de la misma. El lector podrá complementar la información aquí expuesta con más datos si lo considera necesario. Llegado este punto es momento de hacer un balance final: los datos muestran mejoras significativas evidentes en la economía brasilera de los últimos años: el marcado descenso de la pobreza y el desempleo son quizás los pilares sobre los que descansa la nueva economía brasilera. Pero sería un error considerar que ya se ha alcanzado el bienestar total de la población, ya que esta nueva configuración social representa un nuevo desafío para los próximos años. Las familias brasileras han logrado una mejora sustancial en sus niveles de vida en el ámbito de sus hogares; el siguiente –lógico- paso es lograr una mejora similar cuando traspasan la puerta de su casa: fundamentalmente en lo relativo a la seguridad y el transporte. La sociedad ha pasado de una demanda cuantitativa (más escuelas, más hospitales, más trabajo) a una demanda cualitativa (mejores escuelas, mejores hospitales, mejores trabajos). Podríamos decir que esto representa un problema, pero un problema que muchos países quisieran tener. Brasil ha sido y es un país estructuralmente desigual en términos de género y minorías (que muchas veces no son tal, como los negros y mulatos que, según el Censo 2010, representan el 51% de la población) y los datos sociales así lo muestran. Lograr traducir las evidentes mejoras económicas nominales en instrumentos para reducir la desigualdad es quizás el mayor desafío de cara al futuro inmediato que tiene Brasil.     

    





[i] “Las cifras del desastre” por Emir Sader, página 7: tomado de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, N°40, octubre de 2002.
[ii] http://estadisticas.cepal.org/cepalstat/WEB_CEPALSTAT/estadisticasIndicadores.asp?idioma=e

lunes, 6 de octubre de 2014

Cambios

Decir que estamos atravesando una época de cambios y transiciones puede sonar a lugar común o a falsa épica, pero hay algo de verdad en esa afirmación. Es difícil percibir cambios en los procesos históricos de los cuales uno es parte, como también es cierto que las grandes transformaciones no suceden de la noche a la mañana: la humanidad no se fue a dormir en la Edad Media y despertó al día siguiente en la Edad Moderna.

Lógicamente resulta imposible (y me atrevería a decir: incluso indeseable) observar la realidad con total objetividad, porque aunque muchas veces no parece, o al menos eso nos quieren hacer creer, la economía, la historia y la política son ciencias sociales. No existen, por lo tanto, respuestas correctas o incorrectas sino diferentes interpretaciones. En este sentido, uno de los mayores logros que pueden atribuirse al sistema político económico mundial vigente es el haber instalado la idea de que el hombre ha alcanzado la frontera del progreso, en la concepción absoluta del término. Fukuyama aportó su granito de arena al proclamar el fin de la Historia y una parte importante del mundo occidental se sintió a gusto con esa perspectiva. El Capitalismo que vivimos se transforma así en la máxima expresión económica de la humanidad, a continuación del cual no hay nada. Esta lectura no es producto del azar sino que emerge como instrumento de los sectores más poderosos en su afán de mantener al status quo fuera de cualquier cuestionamiento posible. Por lo tanto, no debe sorprender que aquellos que ven peligrar su posición privilegiada en el orden vigente intenten desestimar cualquier cambio que signifique un reordenamiento global. Amparados en esta concepción del fin de la Historia (Hegel, perdónalos, porque no saben lo que hacen) se aferran a las estructuras vigentes y desestiman cualquier atisbo de cambio, por más insignificante que parezca.

La 69° Asamblea General de la ONU fue el escenario que muchos líderes aprovecharon para exponer algunos síntomas de que, efectivamente, estamos atravesando una época de cambios. En este sentido, Argentina ha llevado la cuestión de su disputa con los Fondos Buitres al centro de la discusión y ha encontrado un apoyo masivo a su propuesta de construir un marco regulatorio para la reestructuración de deuda de países soberanos. No es este un dato menor, ya que vivimos en el apogeo del Capitalismo financiero (sistema que mueve globalmente por año casi setenta y cinco veces lo que produce la economía real -bienes y servicios- en el mismo período) cuyo corazón reside en Estados Unidos, más precisamente en la ciudad de Nueva York. 


La pregunta que surge entonces es: ¿cómo llegamos a este punto?. Es imposible dar una respuesta amplia en el contexto de este artículo, pero bien vale la pena hacer un breve resumen histórico que permita comprender un poco mejor el presente: cuando el desenlace de la Segunda Guerra Mundial ya era irreversiblemente favorable a los aliados, Estados Unidos, que concentraba cerca del 50% del PIB mundial, consciente de su situación privilegiada sentó las bases del sistema económico financiero mundial de posguerra. Reunidos en Bretton Woods durante el mes de julio de 1944, cuarenta y cuatro países ¿liderados? ¿coaccionados? por Estados Unidos acordaron la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) y basaron toda la economía mundial en la preeminencia del dolar, cuyo valor se ató al oro a una relación fija de us$35 por onza. Daba comienzo de este modo una etapa de liberalización total del comercio que, a pesar de los sobresaltos que ha sufrido a lo largo de todos estos años (la ruptura de la convertibilidad del dolar, la crisis de la OPEP, la crisis de las hipotecas subprime, por citar algunos) continúa vigente.    


Pero el mundo de hoy no es el mismo de Bretton Woods: Estados Unidos ya no es la única potencia global. Ahí están China, Japón, Alemania, Rusia y otros emergentes listos para disputarle su posición de privilegio a la primera economía del mundo. El liderazgo otrora indiscutible es ahora materia de discusión: la última gran crisis capitalista todavía se hace sentir en gran parte del mundo, fundamentalmente en las economías desarrolladas, y la situación de Argentina con los Fondos Buitres asoma en ese contexto como un signo más del agotamiento de la arquitectura financiera diseñada en Bretton Woods. La impoposibilidad de estados soberanos para reestructurar su deuda ha generado preocupación no sólo en el ámbito de la diplomacia, sino también en el mundo académico (premios Nobel incluidos) y mediático. Del mismo modo, como generalmente el dominio económico suele ir acompañado del dominio político, y, así como resulta evidente la necesidad de un cambio en el sistema económico financiero global, varios países también aprovecharon la última Asamblea General de la ONU para pedir un cambio en el Consejo de Seguridad de dicho organismo ante la evidente falta de capacidad mostrada para la prevención y el manejo de situaciones que puedan poner en riesgo la paz mundial (Franja de Gaza, Ucrania, Siria, Irak y Estado Islámico son sobrados ejemplos que justifican dicha posición). No olvidemos un detalle: la Asamblea General fue precedida por una cumbre sobre el cambio climático. Sí, otra vez el cambio.


La estabilidad de los sistemas y las instituciones son fundamentales para la previsibilidad y para garantizar la paz. Pero muchas veces se toma por pétreas construcciones hechas por el hombre como respuesta a una situación determinada en un momento histórico específico. El cambio no es intrínsecamente bueno ni malo. El cambio puede significar ruptura pero también puede ayudar a la continuidad ("cambiar algo para no cambiar nada"). Es lógico que le escapen al cambio aquellos que tienen más para perder que para ganar. Lo que es imperdonable es no dar lugar al debate.



sábado, 20 de septiembre de 2014

El unicornio asustado


El unicornio es el animal nacional de Escocia. En la mitología celta, éste representa la inocencia y la pureza, la vida y la alegría. Pero también hace referencia a la masculinidad y al poder. En el escudo de armas del Reino Unido aparecen enfrentados el león (que representa a Inglaterra) y el unicornio (que, lógicamente, representa a Escocia) con una particularidad: el unicornio aparece encadenado, mientras que el león no tiene ataduras de ningún tipo. El folclore dice que esto se debe a que un unicornio libre es una bestia peligrosa. Existen, además, dos versiones del escudo: la inglesa y la escocesa. En la primera el león aparece sobre el lado izquierdo y es el único de los dos animales que lleva una corona sobre su cabeza. En la versión escocesa es el unicornio el que se encuentra ubicado sobre el lado izquierdo, esta vez coronado al igual que el león.

El pasado jueves se llevó a cabo un histórico referéndum en donde se le preguntó a los escoceses si consideraban que su país debía separarse del Reino Unido. Tratándose de una consulta vinculante pero no obligatoria es interesante destacar la gran concurrencia a las urnas: el 84,59% del total de habilitados para emitir su voto. El resultado final de la consulta consagró al NO con un 55,30% frente al SI que obtuvo el 44,70%. Resulta, como mínimo, llamativo que ante la posibilidad de obtener su anhelada independencia haya triunfado la opción de permanecer dentro del Reino Unido. Como todo fenómeno social cualquier intento de explicación será subjetivo e insuficiente dada la multicausalidad de los mismos. No obstante considero, personalmente, que hubo un factor fundamental que ayuda a explicar el resultado de la consulta: el miedo.

Nada descubro si señalo el rol fundamental que tienen hoy en día los medios de comunicación al momento de formar opinión; pero no por poco novedoso deja de ser esto trascendente. Ayudados por las dudas y los silencios de los partidarios de la independencia escocesa, fundamentalmente en materia monetaria y económica, los medios de comunicación (en sintonía con los unionistas) se encargaron de crear un escenario, como mínimo incierto, que habría de producirse si Escocia optaba por su independencia. Cuestiones relativas a la moneda, los impuestos, la seguridad social, el sistema de salud y las pensiones eran el blanco de especulaciones que llegaban a augurar, en algunos extremos, condiciones cuasi apocalípticas que seguirían a la victoria del SI. Hacer análisis contra fácticos tiene poco (o nulo) valor, pero su eficacia está sobradamente comprobada: apelar a cuestiones irracionales -como el miedo- reporta interesantes beneficios de cara a una población que vive atravesada por la presencia de los medios de comunicación. La solemne imagen de un experto o la opinión del editor de un medio de gran alcance aparecen rodeadas de un aura de autoridad incuestionable difícil de contrarrestar cuando no se cuenta con el mismo calibre comunicacional. Resulta ilógico pensar que alguien elija soberanamente el camino de la subordinación, pero cuando se introducen variables que apuntan a lo emocional antes que a lo racional el resultado escapa a toda lógica posible.

Apelar al miedo y la incertidumbre como recursos para movilizar la opinión de las masas no es algo nuevo y sin embargo su eficacia no parece disminuir. Seguramente no sea este el único factor que explique el resultado del referéndum, pero sin dudas debe tenerse en cuenta al momento de tratar de entender por qué el unicornio continúa encadenado.