viernes, 5 de diciembre de 2014

Siempre es oil

Hablar de la relevancia del petróleo en el mundo contemporáneo es redundante. Del total de la oferta energética global, los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) representan casi el 82%, lo que significa que tanto el sector productivo como los hogares somos altamente dependientes de este tipo de energía.  Es lógico pensar entonces que el precio de este insumo estratégico afecta al mundo entero, aunque no lo hace del mismo modo para todos. La volatilidad de este mercado no es algo nuevo: la primera crisis data de 1973 cuando la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) proclamaron un embargo contra Canadá, Japón, Holanda, Reino Unido y Estados Unidos en respuesta a la intervención de este último en la Guerra de Yom Kippur. Desde entonces el mercado mundial de petróleo ha alternado períodos de estabilidad e inestabilidad de distintas duraciones. ¿Las causas? Múltiples: desde factores geopolíticos hasta especulación financiera, pasando por innovaciones tecnológicas y cambios en el nivel de actividad económica mundial. Así llegamos a la más reciente crisis (o anticrisis, según desde donde se lo mire) que nos toca vivir hoy, en donde se combinan algunos factores novedosos con otros que no lo son tanto. ¿Por qué bajó un 37% el precio del petróleo en sólo seis meses? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden con esta baja? ¿Cómo afecta a Argentina esta situación?



¿Por qué baja el precio del petróleo?

Desde que desplazó a Gran Bretaña a fines del siglo XIX, Estados Unidos ha sido la mayor economía del mundo. Este rol central lo transforma en un actor decisivo en infinidad de asuntos: el petróleo es uno de ellos. En 1971 Estados Unidos alcanzó su pico máximo de producción de hidrocarburos y, desde entonces, su producción fue decreciendo. Hasta hoy. ¿Qué fue lo que pasó? En primer lugar debe señalarse que la disminución en la producción de petróleo estadounidense no se debió a una escasez del recurso, sino a una decisión estratégica: en un mundo volátil como el de la Guerra Fría, Estados Unidos decidió conservar una mayor parte de sus reservas e importar un volumen cada vez mayor de petróleo, lo que le daría un margen mayor de autonomía energética si los flujos comerciales se cortaban como consecuencia de un nuevo conflicto mundial. Esta decisión excedía lo puramente económico y obligaba a Estados Unidos a mantener (e incrementar, de ser posible) su influencia en las zonas productoras de petróleo, fundamentalmente en Medio Oriente. La crisis energética estadounidense de la década de 1980 mostró hasta qué punto su economía dependía de recursos que no siempre podía controlar (la caída del Sha en Irán es una muestra de ello). Así, y ante el inminente decline de la URSS, Estados Unidos retomó el camino de la soberanía energética. Los procesos de exploración y extracción precisan largos períodos de tiempo para dar resultados, pero el punto de inflexión que marcó el quiebre en la producción de combustibles fósiles en Estados Unidos fue tecnológico; dos nuevas tecnologías revolucionaron el sector: la perforación horizontal y el fracking. ¿Cómo cambia la ecuación con estas nuevas variables? Reservas de petróleo de esquisto (también denominado shale) cuya explotación resultaba antieconómica dado que los costos superaban los ingresos, pasaron a ser económicamente viables desde la aparición de dichas tecnologías. Como consecuencia, entre 2008 y 2013, la producción de crudo estadounidense se incrementó un 50%. Si bien Estados Unidos no es un exportador de energía, este incremento en la producción presiona a la baja los precios del petróleo. El incremento de la oferta de petróleo doméstica estadounidense se traduce, fuera de su frontera, en un descenso de la demanda de petróleo en el mercado global. A este factor debemos sumarle (o restarle) el desaceleramiento de la economía mundial a partir de una reducción en las tasas de crecimiento de, fundamentalmente, China y Europa.  Si la demanda de petróleo baja, su precio también lo hace.
¿Y qué pasa del lado de la oferta? Cerca del 81% de las reservas de petróleo comprobadas del mundo están localizadas en los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Fuera de la OPEP, Canadá y Rusia son los países que cuentan con las mayores reservas. La OPEP funciona como un cartel, en donde sus miembros acuerdan actuar en conjunto suministrando una determinada cantidad de producto para influir de manera directa en el precio de venta. Teniendo el 81% del total de petróleo del mundo no debería ser difícil fijar el precio del mismo a través de la administración de la oferta, pero ante la perspectiva de cambio de Estados Unidos de importador a exportador neto, dicho poder de mercado podría peligrar. El pasado 27 de noviembre tuvo lugar en Viena el 116° encuentro de la OPEP, en donde (a pesar del disenso de Venezuela e Irán, fundamentalmente) se decidió mantener la cuota vigente de suministro de barriles bajo el argumento de brindar estabilidad al mercado y contribuir a su equilibrio. Arabia Saudita es, de todos los miembros de la OPEP, quien mayor cantidad de barriles ofrece en el mercado. Y Arabia Saudita es un aliado estratégico de Estados Unidos en la siempre volátil región de Medio Oriente.


¿Quiénes ganan y quiénes pierden con esta baja en el precio del petróleo?

Del lado de los ganadores debemos ubicar, lógicamente, a Estados Unidos. Acercarse a la autosuficiencia energética implica reducir el déficit comercial originado en las cuantiosas importaciones de petróleo que comienza a reemplazar por producción propia. Además, como todo incremento en la actividad, podrá generar puestos de trabajo y riqueza en una economía que aún no se termina de recuperar de una de las mayores crisis de su historia. La industria petroquímica y del acero, que dependen del gas como insumo estratégico, se verán beneficiadas por la baja del precio de los hidrocarburos. Finalmente, cuando Estados Unidos se convierta en exportador de energía, podrá aportar a la estabilidad de un mercado que le es demasiado sensible a sus intereses políticos y económicos. Otros países que se ven beneficiados por esta situación son los importadores netos de combustibles fósiles, siendo los más grandes China e India. Beijing podría aprovechar esta coyuntura para acercarse a Moscú por cuestiones energéticas, lo cual serviría para sentar las bases de una relación geopolítica, en donde sea China quien asuma la posición dominante esta vez. Finalmente, la economía global debería verse beneficiada por la baja en el precio de un insumo clave como lo es la energía, cuyo efecto se manifestaría en un incremento del Producto Bruto Mundial.
Del lado de los perdedores encontramos a todos los países exportadores de petróleo, particularmente aquéllos que no cuentan con economías diversificadas y dependen del precio internacional de los hidrocarburos para equilibrar sus cuentas fiscales. En este grupo podemos encontrar a México, Venezuela, Angola, Nigeria, Arabia Saudita, Irak e Irán (entre otros). Pero el que tiene más por perder en el corto plazo es Rusia, que si bien cuenta con grandes reservas de gas de esquisto le llevará un tiempo poder explotarlas. El principal cliente de Rusia es Europa y la posible aparición de Estados Unidos en el tablero le quita a Moscú una importante herramienta para negociar el precio del gas con sus clientes en el Viejo Continente. Además Rusia depende demasiado de sus exportaciones de hidrocarburos, por lo que un precio bajo impactaría en las posibilidades de crecimiento de su economía doméstica. Ante este panorama (sumado a las sanciones económicas producto de su incursión en la península de Crimea) Moscú ya está buscando nuevos horizontes en Asia, además de comenzar a oponerse a la posibilidad de que Europa incursione en la explotación de gas de esquisto, basándose en cuestiones relacionadas al impacto medioambiental. Sin embargo, y a la luz de los recientes acontecimientos, tanto Europa como Estados Unidos comienzan a comprender que una Rusia más débil no significa una Rusia menos desafiante.
El otro actor relevante en este juego es Arabia Saudita. La monarquía saudí ya enfrenta algunas dificultades fiscales como consecuencia del incremento en el gasto público y de asistencia a otros gobiernos sunitas de la región; medidas que fueron adoptadas como respuesta a la Primavera Árabe. Además su demanda energética doméstica sigue creciendo, pudiendo llegar en el mediano plazo a consumir más energía de la que actualmente exporta. El país cuenta con abultadas reservas monetarias que le permitirán sostener su nivel de actividad durante un período de bajos precios de petróleo, pero no podrá sostenerlo indefinidamente.
En lo que respecta a la región, Venezuela está  sufriendo el bajo precio del petróleo. Se trata del país con mayores reservas comprobadas de petróleo y su economía es totalmente dependiente de la exportación de hidrocarburos. Un menor ingreso derivado del comercio exterior necesariamente impactará en la economía doméstica del país. Herramientas para contrarrestar dicho impacto negativo hay varias: desde una devaluación hasta la sustitución de importaciones, pasando por el incremento del precio de la nafta (que actualmente se encuentra a un nivel tan bajo que roza lo ridículo) y un recorte en los gastos (el presidente Maduro anunció que se revisarán los sueldos de la plana mayor del gobierno y empresas públicas).


¿Cómo afecta a Argentina esta situación?

Una pregunta lógica sería ¿por qué no baja el precio de la nafta?  La respuesta es que en 2007, en un contexto de suba del precio del petróleo, Argentina decidió desacoplar el precio interno de los hidrocarburos del mercado mundial, fijando un precio muy por debajo del vigente en aquel entonces. Lo que en su momento fuera una medida a favor del bolsillo de los consumidores, el contexto actual invita a replantearse su efecto. No obstante, parece imposible pensar en una baja en el precio de la nafta dado el impacto negativo que eso tendría en las distribuidoras de combustibles locales (fundamentalmente YPF). Por otro lado aparece Vaca Muerta en el horizonte y la duda sobre su viabilidad en un escenario de precios internacionales a la baja. Galuccio (titular de YPF) afirmó que Vaca Muerta no está en riesgo y que, en todo caso, habrá que ser más competitivos y ajustar los costos. Sólo el tiempo dirá si tiene razón.


Petróleo, política y futuro.

El panorama actual abre un sinfín de posibilidades sobre el futuro de un sector clave como es el energético. Hoy son más las preguntas que las respuestas. Estados Unidos se encuentra con una posibilidad inmejorable para intentar sostener su papel preponderante en el mundo, pero varios países que aspiran a reconfigurar un escenario internacional multipolar también pueden sacar provecho de esta situación. ¿Será este el golpe de suerte que necesitaba Estados Unidos para prolongar su hegemonía? ¿Capitalizará China esta coyuntura para dar un paso firme en su objetivo de liderar la economía mundial? ¿Resurgirá Rusia como una potencia continental y global? Imposible saber cómo será el mundo en los próximos años. Pero seguramente no será el mismo que hoy.