viernes, 20 de noviembre de 2015

La sagrada familia



(Página/12, 21 de enero de 1990)




Empieza mal el liberalismo argentino. Algunos entusiastas calificaron las medidas de Erman González como un acontecimiento comparable al del 25 de Mayo de 1810. Pero el resultado inmediato deja que desear: desabastecimiento, precios de primer mundo, calidad de tercera clase, desocupación. Eso es lo que puede verse desde los primeros días del año, cuando Alsogaray y los suyos se impusieron en la larga batalla por el control del Poder. Es interesante observar la evolución de los mercados: los empresarios del nuevo sistema lo único que parecen dispuestos a renovar son los márgenes de ganancia.


Esta semana se ha visto un buen ejemplo de la libre concurrencia: ¿qué perfiles diferentes tendrán los canales 11 y 13, ahora que son privados y competirán entre ellos? «Nuestro destinatario es el núcleo familiar», anunció Canal 11. «Nos dirigimos a la familia», hizo saber el 13. Por su parte, el 9, de Romay, dice en sus anuncios de pantalla que ese es el canal de toda la familia. En una palabra, todos se anuncian iguales y con un mismo objetivo: ganarse a la familia.


Pero ¿qué familia? ¿La de una villa? ¿Una de Palermo Chico? ¿La Sagrada de Marx? ¿La familia Alsogaray, festejada en todos los espacios de TV? No, el objetivo es la clase media como categoría «social», esa que —dicen los encuestadores y publicitarios— cree que un desodorante es la clave del éxito, Mirtha Legrand una mujer de mundo, Adelina de Viola una dirigente del futuro y Alsogaray un tipo que acierta siempre. Esa familia es la que compra todos los buzones de una Historia que está lejos de terminar. Cuando uno prende el televisor intuye la altísima idea de que las empresas de publicidad y comunicaciones se hacen de esa familia puritana, nacional y cristiana.


A ella les están vendiendo el liberalismo (Economía Popular de Mercado, le llaman Margaret Thatcher y Carlos Menem) como la doctrina del futuro. Para la brusca conversión de esas almas, que tarde o temprano morirán por el bolsillo, se necesitan algunos requisitos previos. El primero es la conversión o «evolución» ideológica (cuanto más degradante mejor) de antiguos enemigos del liberalismo. Así sucedió en otros países, así debe suceder aquí.


En los últimos meses se ha visto y leído a duros militantes peronistas del pasado, que invitan a sus favorecedores y amigos a olvidar las asperezas de la preocupación comunitaria para entregarse de cuerpo y alma al cuidado de sí mismos y de sus familias, en la intimidad y el orden. Fuera del individuo, o del seno familiar, todo es hostil e incomprensible, porque en los tiempos en que ellos luchaban, la realidad no quiso plegarse a sus deseos. Los fanáticos de ayer han hecho una experiencia de fracaso con el «colectivismo» y ahora recomiendan, con una generosidad encomiable, abandonar para siempre esa idea peregrina. Ya había ocurrido algo parecido con algunos voluntaristas que descubrían la Democracia en el alfonsinismo y las jugosas becas de las internacionales europeas.


Es verdad que los adversarios del liberalismo pasan por un muy mal momento —que será largo—, y tienen que sudar como albañiles para oponer un punto de vista creíble al discurso del nuevo poder privatista. Ser minoría y jugar en un campo que será durablemente perdedor no le es fácil ni grato a nadie. Sobre todo si las ideas que se oponen a la doctrina del Libre Mercado provienen de una cultura del mínimo esfuerzo intelectual. Por eso, una propuesta simple para quienes todavía defienden un mundo solidario es la de estudiar, leer, informarse, trabajar, comunicar. No es con un slogan gastado que se derrota a técnicos del Fondo Monetario y del Citibank.


Una batalla de ideas larga e incierta supone un duro esfuerzo y la vieja guardia militante está cansada y sin relevo. Son muy pocos los jóvenes de la «generación Banelco» —como la llamó Gabriel Pasquini— que hoy parecen dispuestos a embarcarse en una discusión filosófica (la posfilosófica es un tanto más cómoda), como lo hicieron los grandes pensadores de este país.


La fatiga es comprensible: vencido el populismo, caída la vieja certeza del stalinismo, releer a Keynes o a Marx se ha vuelto poco rentable y hasta un poco ridículo. Entonces, pocos jóvenes saben que Marx, honesto como era, nunca le garantizó la victoria a nadie y menos al proletariado. Son las peras las que se caen de maduras, no los capitalistas.


La izquierda no se toma el trabajo de echarles un vistazo a los textos de su propia familia y mucho menos a los libros fundamentales del liberalismo para saber de qué se trata en verdad, más allá de las peroratas anacrónicas del capitán Álvaro Alsogaray. Debería hacerlo, para refutar mejor a su adversario. En estos años de profunda revolución científica, hay que saber que las grandes creaciones de la humanidad, impalpables en estas cosas, ahora salen de la ingeniería Sony-Microsoft-IBM-Apple, más que de laboratorios «populares». Los astronautas soviéticos y las naves espaciales norteamericanas se acercan a los ecos del Big Bang y descifran el universo, porque los microprocesadores son cada vez más veloces y salen de una tecnología que compite en los mercados más exigentes del mundo.


Para los conversos, o «evolucionistas», el pasado no cuenta y la dignidad es cosa de tontos aferrados a las estampitas de San Martín, José Martí o el Che. A muchos de ellos se los ve en cargos públicos, vituperando a los últimos «idealistas». Dentro de cinco años tomarán otro tren, y después otro. A falta de una revolución para todos, se hicieron una personal, y allí van, señalando el encanto de una vida sin memoria.


Alsogaray tiene una virtud que ellos no tienen: la fidelidad a una idea, a un interés. Siempre hizo política en una misma dirección y tuvo momentos de marea muy baja, que los «evolucionistas» siempre eludieron. El capitán ingeniero debe mirarlos ahora con una sonrisa irónica. Hubo un tiempo en que lo querían matar y ahora buscan un lugar a la sombra de sus convicciones.


No es cosa fácil conseguir la suma de poder político. El acoso y toma de Carlos Menem no se hizo en dos días. El asedio al peronismo llevó 35 años de golpes bajos, de prédica, de marketing, de batallas sangrientas. Recién al cabo de una larga guerra cívico-militar, la banca internacional y sus aliados consiguieron seducir a su hombre. Otros tantos años les llevó en Perú torcer a Vargas Llosa o, allá lejos, en Grecia, a Teodorakis, el de Zeta y Estado de sitio. La derecha hizo bien su trabajo; el papelón es para los que hoy asumen sus intereses por procuración. Flojos u oportunistas, allá van los nuevos «liberales» posideológicos. No trabajan para darse de cara con el Big Bang, ni para levantar a un pueblo, sino para privatizar un ferrocarril viejo de cien años o para montar un shopping center rentable en la Galería Pacífico. Todo eso denigrando a quien se les oponga.


Goebbels sacaba la pistola cuando escuchaba la palabra «cultura». Acá hay quien le gana de mano: la semana pasada alguien escuchó la palabra «educación» y despidió a 9700 alfabetizadores. Para combatir el gasto público. En nombre del mercado. Antes, otros se habían encargado de suprimir Kindergarten, una película que la paquetería fue a abuchear a Punta del Este.


No es eso lo que hacen los liberales de Alemania, Francia o Japón, que necesitan instruir gente para integrarla al sistema de alta tecnología. Dice el teórico francés Georges Burdeau, en la conclusión de su obra sobre la doctrina de Adam Smith: «La verdad del liberalismo no se encuentra en la teoría, sino en el hombre. Que el hombre falle y la doctrina se hunda». Para decirlo con otras palabras: el liberalismo, basado en la reunión de individualidades, no tiene futuro practicado por hombres sin cualidades. Necesita de los Edison, los Ford y los Hitachi, no de fabricantes de ilusiones y vendedores de baratijas.


Con mirar a su alrededor, los «evolucionistas» de ahora se habrían ahorrado un disgusto y otra voltereta. Su prestigio de peronistas está en las venerables manos de Richard Handley, Álvaro Alsogary, Bernardo Neustadt, Domingo Cavallo y los otros integrantes del elenco estable.


No es a esta familia, selecta y fina, que se dirige el mensaje de la «nueva» televisión privada. Su prédica apuntará a formar más hombres como Carlos Menem. Gente de buena voluntad que, cuando llegue el gran momento, esté convencida de que no existe en el vasto mundo otra alternativa que la Economía Libre, en la que el Estado tiene un solo rol ineludible: el de aplicar el garrote a los disconformes y los revoltosos.



-Extraído de “Cómicos, tiranos y leyendas” de Osvaldo Soriano.

lunes, 5 de octubre de 2015

Cierre Maestro



El restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos a poco más de cincuenta años de su interrupción puede considerarse como el resultado de una tormenta perfecta. La llegada de Obama a la Casa Blanca, la transición entre Fidel y Raúl Castro, la muerte de Hugo Chávez, el nombramiento del primer Papa latinoamericano y la creciente presencia de China en la región, son algunos de los factores que ayudan a explicar el acercamiento de ambos países.



Altas Cumbres


Obama asumió como presidente de Estados Unidos en enero de 2009. En abril de ese mismo año se llevó a cabo la V Cumbre de las Américas en Puerto España (Trinidad y Tobago), que contó con la presencia de los mandatarios de 34 países del continente, entre ellos el propio Barack Obama. La única nación sin representación era Cuba. ¿El motivo? La Organización de Estados Americanos (OEA) suspendió a Cuba de su participación en el Sistema Interamericano en 1962 como respuesta a la adopción del comunismo en la isla caribeña. En el marco de la cumbre, Obama anunció el inicio de una nueva era: bajo su administración, Washington buscaría una alianza entre iguales basada en intereses comunes y respeto mutuo con los países del continente[i]. En junio de 2009 la Asamblea General de la OEA levantó la suspensión de Cuba.


Obama se había manifestado a favor del establecimiento de un diálogo sin precondiciones con los dirigentes cubanos durante su campaña presidencial en 2008, e incluso prometió cerrar el centro de detención de Guantánamo en el caso de llegar a la Casa Blanca[ii]. Así, se distanciaba del entonces presidente George W. Bush, quien había impuesto restricciones a los viajes y al envío de remesas a Cuba en 2004, enviando un claro mensaje en contra de cualquier tipo de entendimiento entre ambos países. La opinión pública, por su parte, se mostraba cada vez más dispuesta a intentar un nuevo enfoque en relación al asunto cubano[iii].

Sin embargo, el acercamiento no se produjo de inmediato; la administración Obama parecía estar demasiado ocupada tratando de encontrar una salida a la espectacular crisis financiera que había estallado en Wall Street poco tiempo atrás. Cuba también vivía tiempos excepcionales: luego 49 años ininterrumpidos al frente del gobierno cubano, Fidel Castro anunciaba en febrero de 2008 que no aspiraría ni se aceptaría el cargo de Presidente del Consejo de Estado[iv].





Incubando el cambio


La Asamblea Nacional del Poder Popular eligió como Presidente al hermano de Fidel, Raúl Castro, que impulsó una serie de reformas destinadas a dinamizar la golpeada economía cubana, fundamentalmente a través del levantamiento de prohibiciones y regulaciones. Entre 2008 y 2010 se llevaron adelante varias reformas: la entrega en usufructo de tierras estatales ociosas para su explotación por parte de campesinos y cooperativas, la venta libre de electrodomésticos, la elevación de la edad jubilatoria, la autorización para acceder a Internet, la reducción progresiva de los empleos públicos y la ampliación del trabajo por cuenta propia, entre otras.


En abril de 2011 se celebró el VI Congreso del Partido Comunista Cubano, en donde se propuso “actualizar” el modelo económico, manteniendo la planificación central pero teniendo en cuenta el mercado y la gestión “no estatal”[v]. En el transcurso de ese año se legalizó la compra-venta de autos e inmuebles entre particulares, se autorizó el crédito bancario al sector privado para dinamizar el trabajo autónomo y se anunció la eliminación ordenada y gradual de las “gratuidades universales” y la cartilla de racionamiento, con el objetivo de optimizar la asignación de subsidios. En diciembre de 2012 se eliminó la necesidad de contar con una autorización para salir del territorio cubano. En síntesis, se pusieron en marcha una serie de reformas estructurales destinadas a corregir las fallas de un sistema que, de no rectificar el rumbo, acabaría por hundirse, según palabras del propio Raúl Castro[vi].


Pero fue 2013 el año que determinó el futuro de la relación entre Cuba y Estados Unidos: en marzo, con apenas días de diferencia, moría Hugo Chávez y Jorge Bergoglio se convertía en el primer Papa latinoamericano. Mientras China, que parecía inmune al colapso económico global (al igual que URSS luego del crack de 1929), seguía incrementando su presencia en el patio trasero estadunidense. Ese año terminaría con un apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Sudáfrica[vii]. El acercamiento parecía irreversible.



La Santísima Trinidad


Tras su llegada al poder en 1999, Hugo Chávez se convirtió en el mejor amigo del pueblo cubano[viii]. Venezuela se transformó en el principal socio político y económico de la isla caribeña, que atravesaba serias dificultades desde de la desintegración de la URSS en 1991. Chávez comenzó a proveer de petróleo a precios y plazos preferenciales a Cuba, y ésta brindaba asistencia y asesoramiento en materia de salud, educación y deporte, entre otros. El presidente venezolano impulsó la integración política y económica regional a través de la creación de nuevos organismos internacionales, con el fin de disputar la hegemonía estadunidense ejercida desde la OEA. ALBA, UNASUR, CELAC y Petrocaribe contaron con el auspicio de Venezuela y la participación activa de Cuba[ix]. Tras la muerte de Chávez y el desplome del precio del petróleo[x] (principal fuente de ingresos de Venezuela), la realidad cubana, atada a la suerte de su principal socio, parecía complicarse.


Tan solo ocho días después de la muerte de Hugo Chávez, Jorge Bergoglio se convertía en Francisco, el primer Papa no europeo. Si bien la elección sorprendió a varios mandatarios alrededor del mundo, la designación fue bien recibida por todos ellos[xi]. Desde el comienzo, Francisco comenzó a enviar señales que invitaban a creer que su pontificado iba a marcar un punto de inflexión, tanto dentro como fuera de la Iglesia Católica. Cuando en diciembre de 2014, Castro y Obama anunciaban casi en simultáneo el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, ambos mandatarios destacaron el rol decisivo de Francisco durante las conversaciones tendientes al restablecimiento del diálogo[xii]. La visita del Papa a ambos países durante septiembre de 2015 simbolizó la culminación de los buenos oficios vaticanos para acercar las partes.


Para completar el panorama es necesario hacer una breve mención al papel de China en Latinoamérica. El constante crecimiento chino transformó al gigante asiático en un demandante neto de materias primas, empujándolo a una búsqueda casi constante de nuevos proveedores. África y Latinoamérica fueron los destinos apuntados por China en ese sentido. Valiéndose del cuestionamiento al liderazgo estadunidense en la región luego del fracaso de las políticas neoliberales aplicadas durante la década del noventa, y con el agravante de la reciente crisis financiera global, China se transformó para muchos países latinoamericanos en el principal socio comercial.  La política internacional china, basada en la no injerencia en los asuntos internos de los países y en la inexistencia de condicionamientos para quienes requieran de su asistencia, terminó de inclinar la balanza a su favor en varios países, disconformes con el estilo norteamericano. Las millonarias inversiones de China en la región obligaron a la Casa Blanca a repensar su política para Latinoamérica, si quería evitar que el gigante asiático terminara por arrebatársela.



El fin y el comienzo


El intercambio de prisioneros anunciado en diciembre de 2014 entre Cuba y Estados Unidos confirmó que el acercamiento entre ambos países era una realidad[xiii]. Obama señaló que la política de aislamiento a Cuba durante más de medio siglo había probado ser ineficaz y que era tiempo de un nuevo enfoque[xiv]. Meses antes, el gobierno cubano había adoptado una nueva ley de inversiones extrajeras[xv] que abría todos los sectores a los capitales extranjeros (excepto salud, educación y defensa). Por su parte, la Administración Obama retiró a Cuba de la lista de Estados que “apoyan el terrorismo”, pocos días después del encuentro que ambos mandatarios sostuvieron en el marco de la VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá entre el 9 y el 11 de abril de 2015. Durante los meses de julio y agosto del mismo año se reabrieron las embajadas en Washington y La Habana. Los empresarios norteamericanos comenzaron a ver con creciente interés las oportunidades de negocios que ofrece Cuba, principalmente en materia de comunicaciones, turismo, automotor, bienes de capital (tractores, por ejemplo) y materiales para la construcción.


Los avances en la normalización de las relaciones entre ambos países han sido notables. Sin embargo, quedan aún varios temas por resolver: el bloqueo comercial, la base militar de Guantánamo, las indemnizaciones reclamadas tras las expropiaciones realizadas por la Revolución y la demanda estadunidense de mayor democracia en Cuba, entre otros. El contexto y la necesidad llevaron a las partes a retomar un diálogo que nunca debió haberse interrumpido. Quizás pueda considerarse a este acercamiento como el cierre ideal del paso de Obama por la Casa Blanca, pero todo parece indicar que se trata de algo mucho más importante: el fin de una etapa vergonzosa de la historia latinoamericana y mundial, y el comienzo de un nuevo tiempo marcado por el diálogo y la cooperación.



[ix] Cuba es miembro de ALBA, CELAC y Petrocaribe.

sábado, 11 de abril de 2015

Oro en pólvora

“Las armas son instrumentos fatales que solamente deben ser utilizadas cuando no hay otra alternativa” escribió Sun Tzu en su célebre libro El arte de la guerra a finales del siglo IV a.C. Difícilmente hubiese podido imaginar que el curso de la historia vaciaría de contenido su frase. Es cierto que la beligerancia existe desde mucho antes que el capitalismo, pero éste ha logrado transformar la esencia misma de la guerra. En un mundo en donde el ánimo de lucro atraviesa ¿casi? todas las actividades humanas, esa idea de que “en la guerra no hay ganadores” merece ser revisada. Efectivamente hay quienes ganan –y mucho- en una guerra: los fabricantes de armas.  Y si en una guerra ganan bastante dinero, en muchas guerras ganarán mucho más. ¿Quiénes y cuántos son los principales fabricantes de armas? ¿Cómo aseguran la rentabilidad de su negocio? ¿Es correcto ganar dinero a expensas del sufrimiento y la muerte de terceros? ¿Acaso el rasgo distintivo del capitalismo, la propiedad privada, implica que la sociedad necesita armarse para protegerla a cualquier precio?  


El Complejo

En el mes de enero de 1961 el presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower pronunció un discurso de despedida con motivo del fin de su segundo mandato[i]. Allí advirtió a la nación que “el gobierno debe cuidarse de la influencia del complejo militar industrial”. Para ese entonces Estados Unidos ya era la primera potencia militar del mundo, a pesar de que menos de cincuenta años atrás no contaba con una industria armamentística propiamente dicha. La participación del país en los dos mayores conflictos globales de la primera mitad del siglo XX había obligado a la industria civil a reorientar, de manera improvisada, su producción para proveer de insumos a las fuerzas armadas estadounidenses y aliadas. Dicha improvisación no podía continuar en la posguerra: era necesario contar con una industria bélica permanente. Y, lógicamente, ésta debía ser de enormes dimensiones. La Defensa es una función del Estado, pero bajo la lógica liberal capitalista subyace la idea de permitir y estimular la participación del sector privado y, obviamente, garantizarle la rentabilidad por hacerlo. En su discurso, Eisenhower señalaba que “anualmente gastamos en seguridad militar más que el ingreso neto combinado de todas las compañías estadounidenses. Esta conjunción de un inmenso establishment militar y una enorme industria militar, es nueva en la experiencia estadounidense. Su influencia total, económica, política e incluso espiritual, es percibida en cada ciudad, cada administración pública, cada oficina del gobierno federal. Reconocemos la necesidad imperiosa de su desarrollo, sin embargo no debemos dejar de comprender sus graves implicaciones.”. Los costos de investigación y desarrollo de la tecnología relacionada con la Defensa se volvieron tan elevados que sólo el Estado es capaz de financiarlos, agregaba el presidente saliente. Visiblemente incómodo, Eisenhower recordó a sus compatriotas que el objetivo de Estados Unidos debe ser la paz, la prosperidad y la libertad; y que la creciente influencia del complejo militar industrial representaba un peligro para la democracia.




Cifras que matan

Fabricar armas no es ilegal. Lógicamente se deben cumplir una serie de requisitos para poder hacerlo, pero no se trata de una actividad prohibida. De hecho, las empresas que se dedican a ello han demostrado que se trata de un negocio muy lucrativo. El sector privado fabrica las armas y el sector público las compra. Por supuesto que los particulares también pueden comprar armas (y efectivamente lo hacen), pero los misiles, aviones, submarinos, tanques y portaviones, por mencionar algunos ejemplos, son demandados exclusivamente por el sector público. El Instituto Internacional para el estudio de la Paz de Estocolmo (http://www.sipri.org) establecido en 1966 es, como su nombre lo indica, un instituto independiente dedicado la investigación de conflictos, armamentos, control de armas y desarme. Cuenta con una base de datos de consulta obligatoria para cualquier información que se desee conocer acerca de la situación armamentística del mundo. Lo primero que llama la atención al momento de buscar datos en el sitio es la aclaración de que no existe un consenso internacional acerca de qué constituye un “arma”. Los países del mundo no han logrado una definición única e incuestionable acerca de qué objetos deben ser considerados armas y cuáles no. Luego se advierte al lector que cada gobierno utiliza sus propios métodos para medir y recolectar datos del sector, lo cual imposibilita la homogeneidad de la información relevada por el Instituto. Finalmente, no todos los países producen información oficial sobre su industria bélica, pero aquellos que sí lo hacen explican el 90% del volumen total exportado de las armas de mayor porte. Con esta información, asegura el Instituto, se puede inferir el valor del comercio mundial de armas (estimado en USD43 billones), aunque probablemente la cifra real sea superior. En lo que respecta a datos agrupados por países puede destacarse que:

·         Del gasto mundial en armas durante 2013, Estados Unidos explicó el 37% y China el 11%, representando entre ambos países cerca de la mitad del total global. En tercer lugar aparece Rusia con un 5%, seguida de Arabia Saudita (3,8%) y Reino Unido (3,3%).

·         Los países que más exportaron durante el período 2010-2014 fueron: Estados Unidos con el 31% del total exportado, Rusia con un 27%, y luego China, Alemania y Francia con un 5% cada una.

·         India, con un 15% del total, encabeza la lista de los principales importadores de armas para el mismo período. La siguen Arabia Saudita y China (5% cada una) y Emiratos Árabes Unidos con un 4%.

·         El comercio internacional de armas experimentó una tendencia expansiva en el período 1970-1982 y se contrajo durante los siguientes veinte años para retomar luego su expansión, desde el año 2003 en adelante.

Según datos publicados por el Banco Mundial[ii] el gasto militar mundial representó en 2013 el 2,3% del PIB global, porcentaje que se mantiene relativamente estable desde el año 2005. Si consideramos el período 2005-2013, se observa que Estados Unidos destinó en 2010 el 4,7% de su PIB a gastos militares y desde entonces ha ido descendiendo hasta ubicarse en 3,8% en el año 2013. Rusia, por el contrario, ha incrementado su presupuesto militar pasando de un 3,2% en 2011 a un 4,2% en 2013. China y Reino Unido han ido en sincronía con el promedio mundial y para 2013 destinaban el 2,1% y 2,2% respectivamente de sus PIB al gasto militar. Argentina osciló entre el 0,7% y 0,8% del PIB a lo largo de todo el período observado.


Negocio bomba

La guerra no es gratis. Las injustificables pérdidas humanas y materiales son imposibles de cuantificar. Pero los ingresos de los fabricantes de armas pueden calcularse hasta el último centavo. Del Top 10 de las empresas productoras de armas y servicios militares seis son de origen estadounidense, una británica, una europea, una italiana y una francesa[iii].



Algunas de ellas se dedican casi exclusivamente a la producción de armas (BAE Systems, Raytheon) mientras que otras producen también otros bienes (Boeing, EADS, Finmeccanica). Tomemos el caso de las cuatro principales empresas de origen estadounidense y observemos cómo varió la cotización de sus acciones desde comienzos del año 2000 hasta hoy. Lockheed Martin incrementó el valor de su acción 889,63%, Boeing 284,15%, Raytheon 320,90% y Northrop Grumman 592,24%. Cifras que, por sí mismas, resultan impactantes. Pero ¿qué sucede si las comparamos con el índice Dow Jones, que reúne las acciones más representativas de la Bolsa y, por ende, sirve como referencia del total negociado? Pues bien, el incremento del Dow Jones para el mismo período fue de 58,99%[iv], muy por debajo de los valores mencionados previamente. Todo parece indicar que el negocio de la fabricación de armas es muy rentable.
Para lograr estos beneficios impresionantes, las empresas fabricantes de armas deben asegurarse que su voz llegue a oídos de quienes deciden sobre asuntos de Defensa, y para ello se valen principalmente del lobby. En Estados Unidos el lobby es una actividad legal y, por lo tanto, sujeta a regulación. La Asociación Industrial de Defensa Nacional (http://www.ndia.org) ha agrupado desde 1919 bajo distintas denominaciones, a empresas del sector armamentístico norteamericano. Hoy cuenta con aproximadamente 1.600 miembros corporativos y más de 91.000 miembros particulares del ámbito de la Defensa y la industrial nacional. Creada como una organización apolítica y sin fines de lucro, su objetivo es fomentar el progreso en la ciencia, la ingeniería, la educación y el manejo de la defensa nacional. Actualmente tiene como misión “Proveer un foro legal y ético para el intercambio de información entre la Industria y el Gobierno, en materia de Seguridad Nacional”[v]. Es a través de esta asociación que los contratistas del sector de Defensa le informan al Gobierno sus inquietudes acerca de la Seguridad Nacional. Para que el flujo de dinero hacia el sector no se detenga debe asegurarse una demanda permanente de armas, es decir, de conflictos. Y si no existen, se los crea. Y de ser posible, lejos de casa, como en Medio Oriente, por ejemplo. Estados Unidos, como se señaló, es el principal exportador de armas, mientras que Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos figuran entre los principales importadores. La demanda y el suministro de armas parecen estar aseguradas.      


Miedo desmedido

Ulrich Beck[vi] considera que vivimos en un mundo en donde la histeria y las políticas basadas en el miedo son instigadas y agravadas por los medios de comunicación, dando origen a una paradoja: la promesa de seguridad contribuye al incremento de los riesgos. Cuando todo se “vende” como tan seguro entonces cada accidente viola las bases del derecho inamovible a la seguridad que fue prometida. Estamos, permanentemente, intentando anticipar y prevenir riegos cuya existencia, en muchos casos, no ha sido probada. Ante la producción de incertidumbres fabricadas que se presentan como insuperables, la sociedad necesita más que nunca confiar e insistir en el control y la seguridad. He ahí otra ironía. Los políticos pueden verse forzados a proclamar una seguridad que no pueden satisfacer, ya que los costos políticos por omisión son mucho mayores que los costos de sobrerreacción. Asistimos a la combinación de promesas estatales de seguridad y medios de comunicación hambrientos de catástrofes. Y entre ambos, el complejo militar industrial al que Eisenhower hacía referencia en 1961. El ansia de lucro parece haber relegado a un segundo plano a cualquier tipo de valoración moral o ética acerca de las implicaciones de la guerra. Hoy en día, contrariamente a lo enunciado por Sun Tzu, las armas parecen usarse incluso cuando hay otras alternativas.




[i] https://www.youtube.com/watch?v=CWiIYW_fBfY[ii] http://datos.bancomundial.org/indicador/MS.MIL.XPND.GD.ZS/countries/1W-US-RU-CN-AR-GB?display=graph[iii] El ranking no incluye empresas chinas ya que no se dispone de información fidedigna al respecto.[iv] http://yhoo.it/1I1pwJN?soc_src=default[v] http://www.ndia.org/AboutUs/Pages/default.aspx[vi] http://www.cidob.org/es/publicaciones/documentos/dinamicas_interculturales/vivir_en_la_sociedad_del_riesgo_mundial_living_in_the_world_risk_society